jueves, 6 de agosto de 2009

Los gritos de la carne...


Tres. Sirius se moja el labio inferior con la lengua. Dos. Acerca la cara a la suya; su pelo le hace cosquillas en las mejillas; se rozan nariz contra nariz, se oyen respirar, alargan el último segundo, saben que no hay vuelta atrás y que recordarán ese momento el resto de sus vidas.
Uno.
Roce de las bocas, Remus deja caer un suspiro, Sirius tienta con los labios, ambos sacan solo la punta de la lengua para acariciarse y el primer contacto les lanza sin remedio hacia un beso húmedo que se ha estado cocinando durante ocho semanas y siete años. Alguien gime desde el fondo de la garganta y es lo de menos quién sea. Puede que sea Sirius, que mete la lengua con cierta rabia y se desliza hacia una negrura sin fin o puede que sea Remus, que cierra los labios con desesperación y chupa, haciendo que el beso se vuelva urgente –cómeme-, desesperado – bébeme-, líquido –muérdeme-. Lo alargan tanto como pueden, sin separarse para respirar y cuando Remus cree que no puede más siente la mano de Sirius en la nuca. Un tirón, justo donde termina el pelo. Le obliga a echar la cabeza hacia atrás, Remus abre la boca por puro reflejo y el beso se vuelve más profundo.
Joder. Se le acumula una catástrofe entre las piernas. Toda su sangre se arremolina y se declara en guerra. Crece. Flota. Se pone rígido.
Sirius –ese bastardo insolente- no tiene piedad para besar. Mete y saca la lengua, embiste y puede que no sea consciente de esos leves movimientos que hace su pelvis para imitar lo que está haciendo con la boca pero consciente o no, a Remus le dan ganas de desabrocharle el pantalón.
Se separan para coger aire. Sirius le coge la cara con ambas manos. No deja de besarle, besos cortos –solo los labios, dios más una penetración rápida de la lengua-, le lame los labios murmurando algo que suena como mmmmmsí y maldito seas, sirius, no se olvida de succionar ese punto en la nuca, debajo de la oreja donde empieza la cicatriz y los problemas de control de Remus.
Murmura en su oído.
- No quiero comerme a los niños. – Caracolea con la lengua dentro del oído, recorre los laberínticos dibujos interiores. - Pero hay un prefecto que me interesa. – Sirius le muerde la yugular y lame donde ha mordido. Exquisita, decadente tortura. Odia a todas las chicas con las que la ha practicado. No sabe cómo han sobrevivido.
Marauders!Crack by Irati
¿Quieres venir a comprobar cómo grita cada uno de los poros de mi piel cuando te siento cerca...?

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