- ¿Y ésta?
- No.
- ¿Nadie te ha lamido aquí?
No puede hablar. Dice que no con la cabeza. Le cuesta pensar.
- Mejor. Me gusta ser el primero en ver qué tal sabes aquí.
Una a una. Sirius le está lamiendo todas las cicatrices. Todas las heridas. Sin dejar ninguna. Le besa más arriba del codo, en la carne tierna de los brazos. Son heridas viejas y están cicatrizadas pero aún así, bailan cuando Sirius las recorre con la lengua. Le lame el pecho, de izquierda a derecha, siguiendo las marcas rojizas de las últimas lunas llenas. Se acerca a los pezones, los besa con la boca abierta, muerde, vuelve a besar. No deja un palmo de carne sin tocar y cada vez que se acerca a la carne más sensible del estómago donde el vello se vuelve más espeso, Remus quiere suplicar. No se atreve. Ahora que Sirius tiene el control, su presencia le abruma. Lo único que puede hacer es tumbarse encima de ese piano que vibra y dejarse hacer.
Lleno de saliva. Con latidos de anticipación entre las piernas.
Sirius encuentra una marca reciente. Una cicatriz profunda donde la pierna se une con el resto del cuerpo. Usa toda la lengua, cierra los labios. Succiona.
El gemido de Remus parece un aullido.
- ¿Te duele?
- No. – No lo sabe. Puede que sí. Dolor y placer, hay un punto donde son lo mismo y Sirius domina esa frontera difusa. – No me importa.
Solo quiere que le siga besando.
Sirius acerca la cara a su erección.
Puede verle la lengua entre los labios, acariciándose los dientes, como si se preparara para la comida de navidad. Está tan cerca que si habla durante un rato, Remus está seguro de que el roce de su aliento bastaría para provocarle un orgasmo.
- ¿Y aquí, Remus? – Le toca con un solo dedo. [...]. - ¿No te ha lamido nadie?
- Hazlo tú.
Un lametón. Desde la base hasta la punta. Sirius, nada menos que Sirius Black, le está mirando encima de un piano, con el pelo sobre la cara, su expresión más salvaje, la música sonando [...]. Y luego todo. Despacio y hasta abajo. El mundo de Remus desaparece. El eje del universo se desploma y la tierra empieza a girar al ritmo de la succión. La increíble succión que le está sacudiendo todo el cuerpo y pronto, demasiado pronto, se vuelve irrespirable.
- Podría parar ahora, ¿sabes? Sería una venganza cojonuda.
- Por favor.
- Por favor qué.
- Por favor, quiero gritar tu nombre.
En tres o cuatro o cinco idiomas diferentes porque es el único nombre que siempre ha tenido en los labios cuando se ha corrido. Solo o en compañía de otros, siempre le ha buscado a él. Pero esta vez es la primera vez que no tiene que morderse la lengua. Esta vez [...] es libre para decirlo siriussiriussiriusisirius. Lo repite sin parar, le acaricia el pelo, abre las piernas para hacerle sitio, le gustaría aguantar más y disfrutar cada sensación pero acaba pronto, rápido, estallante. Tiembla, le acompaña la música, arde, oye el jazz y su sangre, se muere, tiene los labios de Sirius y su mano y nada más. No necesita nada más para desandar un placer inmenso y dejarse llevar, gritando una sola vez, lo único que siempre ha querido gritar.
Su nombre.
Marauders!Crack by Irati
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