Día tercero de mi diario de sueños.
Este sueño es el más extraño de todos porque en ningún momento me acordé ni dije nada de quienes voy a hablar ahora. El Socarrat es el pueblo donde veraneaba hace ya unos cuantos años. Luego empecé a ir de viaje en verano y dejamos de alquilar el apartamento donde solíamos vivir esos tres meses. Vivíamos a una manzana de la playa. Era un placer sentir el olor a salitre y el sonido de las olas rompiendo contra la arena.
El caso es que allí tenía dos mejores amigos, Carlos y José, y este último fue con quien soñé, no preguntéis por qué.
Bueno, yo llegaba al pueblo donde veraneábamos y me encontraba con parte de su familia (sus tías y primas), pero vivían en una casa distinta a la real. Paso de largo pero las reconozco y me paro, y digo hola. Ellas me saludan por cortesía, porque no me reconocen. Me paro enfrente de ellas y les digo: "¿Sabéis quién soy? ¿Os acordáis de mí?". Entonces ellas afirman con la cabeza y exclaman: "¡Esther! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás? ¿Cómo que estás aquí?".
- Pues nada, he venido a ver cómo ha cambiado esto. Hacía unos cuatro años que no venía por aquí... Quería... no sé, echaba de menos esto.
- Qué alegría verte, no te despediste definitivamente la última vez que viniste.
- Lo sé, pero no sabía que no iba a volver... Bueno, me voy para allá, quiero ver a José.
Me sonrieron, dijeron hasta luego y me fui. Llegué a la puerta de su casa y abrí. Su madre estaba sentada de espaldas. Me puse enfrente de ella y hablé.
- Hola...
- Hola -me miró extrañada.
- ¿Sabes quién soy?
Afirmó con la cabeza y le tembló la barbilla. Se levantó, me abrazó y se puso a llorar.
- Madre mía, cuánto tiempo, cómo has crecido, qué grande estás...
- Echaba de menos el pueblo...
- Te entiendo...
- ¿Y José?
- Está dentro, con su hermana y su padre. ¿Has visto a mis sobrinas?
- Sí, me he parado a hablar con ellas.
- ¿Quieres que lo llame?
- ¿Puedo entrar yo? -pregunté tímida.
Afirmó con la cabeza, y cuando iba a abrir la puerta, salió Sandra, la hermana de José, que se quedó realmente anonadada cuando me vio. Me abrazó emocionada y se puso a dar saltos (cuando en la realidad no nos llevábamos...). Le pedí que por favor bajara la voz, que quería darle una sorpresa a su hermano. Entré en la casa y allí estaba, sentado en el sofá. Se incorporó en cuanto me vio. Sólo le oí decir "Joder". Sonreí.
- Veo que me reconoces.
- ¡Vaya si lo hago! -se levantó del sofá y vino hacia mí-. Cierra, por favor.
Cerré la puerta tras de mí.
- ¿Qué haces aquí?
- Creí que te alegrarías de verme.
- ¡Sí!
- Oye, José...
- Dime.
- No sé por qué he venido aquí, podría haber ido a ver a Alicia o a Carlos, pero he venido aquí. Os echo a todos muchísimo de menos...
- Pero has venido a verme a mí...
- Exacto.
Fuimos acercándonos poco a poco, hasta quedar uno frente al otro. Quise hablar pero él puso su dedo índice en mis labios, callándome.
- ¿Por qué ahora? Quiero decir, ¿por qué después de casi cinco años?
- Porque ambos hemos crecido...
- Pero no vivimos en la misma ciudad...
- Lo sé...
Me dio un beso casi inexistente.
- No digas más.
Nos besamos. Tras unos largos segundos besándonos, sonó mi despertador...
Aunque me repita: ¡Auxilio, mis sueños no son normales!
Este sueño es el más extraño de todos porque en ningún momento me acordé ni dije nada de quienes voy a hablar ahora. El Socarrat es el pueblo donde veraneaba hace ya unos cuantos años. Luego empecé a ir de viaje en verano y dejamos de alquilar el apartamento donde solíamos vivir esos tres meses. Vivíamos a una manzana de la playa. Era un placer sentir el olor a salitre y el sonido de las olas rompiendo contra la arena.
El caso es que allí tenía dos mejores amigos, Carlos y José, y este último fue con quien soñé, no preguntéis por qué.
Bueno, yo llegaba al pueblo donde veraneábamos y me encontraba con parte de su familia (sus tías y primas), pero vivían en una casa distinta a la real. Paso de largo pero las reconozco y me paro, y digo hola. Ellas me saludan por cortesía, porque no me reconocen. Me paro enfrente de ellas y les digo: "¿Sabéis quién soy? ¿Os acordáis de mí?". Entonces ellas afirman con la cabeza y exclaman: "¡Esther! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás? ¿Cómo que estás aquí?".
- Pues nada, he venido a ver cómo ha cambiado esto. Hacía unos cuatro años que no venía por aquí... Quería... no sé, echaba de menos esto.
- Qué alegría verte, no te despediste definitivamente la última vez que viniste.
- Lo sé, pero no sabía que no iba a volver... Bueno, me voy para allá, quiero ver a José.
Me sonrieron, dijeron hasta luego y me fui. Llegué a la puerta de su casa y abrí. Su madre estaba sentada de espaldas. Me puse enfrente de ella y hablé.
- Hola...
- Hola -me miró extrañada.
- ¿Sabes quién soy?
Afirmó con la cabeza y le tembló la barbilla. Se levantó, me abrazó y se puso a llorar.
- Madre mía, cuánto tiempo, cómo has crecido, qué grande estás...
- Echaba de menos el pueblo...
- Te entiendo...
- ¿Y José?
- Está dentro, con su hermana y su padre. ¿Has visto a mis sobrinas?
- Sí, me he parado a hablar con ellas.
- ¿Quieres que lo llame?
- ¿Puedo entrar yo? -pregunté tímida.
Afirmó con la cabeza, y cuando iba a abrir la puerta, salió Sandra, la hermana de José, que se quedó realmente anonadada cuando me vio. Me abrazó emocionada y se puso a dar saltos (cuando en la realidad no nos llevábamos...). Le pedí que por favor bajara la voz, que quería darle una sorpresa a su hermano. Entré en la casa y allí estaba, sentado en el sofá. Se incorporó en cuanto me vio. Sólo le oí decir "Joder". Sonreí.
- Veo que me reconoces.
- ¡Vaya si lo hago! -se levantó del sofá y vino hacia mí-. Cierra, por favor.
Cerré la puerta tras de mí.
- ¿Qué haces aquí?
- Creí que te alegrarías de verme.
- ¡Sí!
- Oye, José...
- Dime.
- No sé por qué he venido aquí, podría haber ido a ver a Alicia o a Carlos, pero he venido aquí. Os echo a todos muchísimo de menos...
- Pero has venido a verme a mí...
- Exacto.
Fuimos acercándonos poco a poco, hasta quedar uno frente al otro. Quise hablar pero él puso su dedo índice en mis labios, callándome.
- ¿Por qué ahora? Quiero decir, ¿por qué después de casi cinco años?
- Porque ambos hemos crecido...
- Pero no vivimos en la misma ciudad...
- Lo sé...
Me dio un beso casi inexistente.
- No digas más.
Nos besamos. Tras unos largos segundos besándonos, sonó mi despertador...
Aunque me repita: ¡Auxilio, mis sueños no son normales!
2 comentarios:
pues q raro, de veras, pero tu por lo menos sueñas con personas que estas totalmente segura q conoces o conocias, yo sueño con seres ficticos que recurren a mis sueños ocasionalmente, con el temor de q sea un deja vu ^^
este socarrat es que esta al lado del perello no?
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